Mandarina viene de una camada de una mamá que dio a luz dentro del tronco de un árbol. Se consiguió rescatar a toda la camada y todos sus hermanitos consiguieron adopción o acogida. Curiosamente, pese a lo guapa que es, nadie se interesó por ella y al no tener un hogar, tampoco se sociabilizó correctamente.
Ella sigue siendo asustadiza y temerosa de los humanos, pero le encanta jugar con las cuerdas y con plumas. No puede resistirse a perseguir al ratón de trapo o las plumas prendidas al palo.
Se lleva bien con otros gatos, aunque también tiene su punto territorial, y a veces ha soltado algún que otro bufido cuando ha considerado que Vera se estaba acercando demasiado a su cojín favorito.
Actualmente se encuentra en una casa de acogida.